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Jóvenes de beca 18, ahora con trabajo, cuentan cómo el programa les cambió la vida

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Wilfredo Mamani Quispe y Leyser Alvarado Cruz son dos de los 1,740 jóvenes egresados de Beca 18. Después de tres años, ambos no solo culminaron una carrera técnica gracias a dicho programa del Ministerio de Educación sino que abrieron una ventana de oportunidad para sus familias, acechadas siempre por la fiera de la pobreza.

A Wilfredo Mamani Quispe (23) le pasó lo que le pasa a la mayoría de hijos de migrantes andinos que dejan el campo, en este caso de Puno, para intentar construir una nueva forma de vida en la capital. Llegó a Lima a los tres. Hoy, veinte años después, evoca algunos episodios de su historia, sellada por el esfuerzo.A los 7 años vendía bolsas en el centro de Lima, mientras acompañaba a su padre que era ambulante en esa zona. «Siempre me gustó salir adelante. Me gustaba ver a mi mamá alegre cuando después del colegio yo llegaba a la casa con algo», recuerda.

Es el séptimo de 11 hermanos y, a pesar de la escasez de dinero en la familia, siempre quiso destacar en su escuela pública de San Juan de Lurigancho, porque sabía que -a pesar del cansancio- «era más inteligente que sus compañeros de clase».

Por eso siempre quiso estudiar. «Yo sabía que debía hacerlo. Mi sueño siempre fue ser abogado, pero era consciente de que era imposible lograrlo», agregó. Hasta se dedicó a pelar pollos y ganar 40 soles semanales durante un año para ayudar en casa luego que finalizó el colegio.

“Con ese dinero mis hermanitos terminaron su primaria”, rememora. Al año siguiente, sabiendo que sería difícil trabajar y estudiar a la vez, se arriesgó al matricularse en el Instituto Público Manuel Seoane Corrales, donde eligió Mecánica de Producción. Allí le avisaron la existencia del programa gubernamental Beca 18.

Nadie creía, tampoco él, que iban a pagarle sus estudios. Ni sus padres, que cambiaron de opinión luego de ver su nombre en la relación de beneficiarios. Desde hace tres meses y medio trabaja en la empresa Nestlé como practicante profesional y experto en construir y reparar máquinas.

«Yo creo, y se lo digo a mis hermanos, que para una persona humilde no existen sueños sino oportunidades. Siempre hay obstáculos que a uno le hacen caer. Se me presentó esta oportunidad, aproveché y terminé una carrera. No lo hubiera logrado porque no tenía dinero para pagar la mensualidad ni los libros”.

Wilfredo está convencido ahora de que el estudio es una herramienta para enfrentarse a cualquier cosa y por eso, asegura, ayudará también a que sus hermanos menores sigan estudios superiores como él.

«Uno puede salir adelante porque siempre salen trabajos. Me gustaría complementar mi carrera con estudios de ingeniería mecánica y, de todas maneras, ser abogado algún día».

Luz que guía

Leyser Alvarado Cruz vivió sus primeros diecisiete años de vida en Nogalucho, distrito de Tingo, provincia de Luya, Amazonas, hasta que decidió viajar a Lima para enrumbar su futuro hacia la electricidad, carrera que siempre quiso estudiar desde niño.

El cree, ahora con 20 años, que sus juegos iluminados por la luz del mechero de alcohol o las lamparillas de kerosene que su mamá encendía cada noche a causa de la falta de energía eléctrica en su comunidad, orientaron su interés por la electricidad.

«Recuerdo que siempre tuve esa inquietud, como también la de estudiar ingeniería porque cada vez que veía que construían un puente o una pista preguntaba quién hacía eso, un ingeniero, me respondía la gente. Me parecía que era importante», recuerda.

Llegó a Lima en el 2011 para estudiar y se enteró por un tío que existía la carrera técnica Electrotermia Industrial. Ingresó al Instituto Estatal Julio César Tello y allí se enteró que Beca 18 le podría pagar sus estudios, a cambio de mucho esfuerzo.

Hoy labora en la empresa CAM Perú del Grupo Graña y Montero, una organización constituida para dar servicios eléctricos y de telecomunicación. Leyser forma parte de la Subgerencia de Operaciones Comerciales que le brinda servicios a Edelnor.

Está asignado a los Barracones y Tiempo Nuevo, en el Callao, porque en esa zonas «bravas» -dice- existe mucho hurto de energía. «Como hombre araña se suben al poste y roban la energía del alumbrado para sus casas y hasta hurtan los medidores de luz que colocamos en los postes», comenta.

Le gusta su trabajo y está seguro de que no hubiera terminado su carrera por los gastos que tenía que hacer para comprar los materiales de estudio. Beca 18 le cambió su vida porque le dio tranquilidad y disminuyó la preocupación de sus padres.

Desde marzo está contratado, y eso le permite pagar la renta de la casa compartir los gastos con su mamá, con quien vive. Desea perfeccionarse y estudiar ingeniería mecánica eléctrica. Para él,Beca 18debe continuar porque aún hay muchos jóvenes que no pueden solventar sus estudios.

«Ha sido una oportunidad para mejorar la calidad de mi vida. Soy guerrero y me defiendo», afirma.

Él como Wilfredo forman parte del 80 por ciento de egresados de Beca 18 que en la actualidad ya están insertados en el mercado laboral como técnicos. Un grupo de jóvenes peruanos que hace tres años atrás no hubiera iniciado estudios o culminado por la pobreza que casi siempre atrapa los sueños de los más humildes.

 

 

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